jueves, 26 de mayo de 2011

la primera

cuando llegué a Budapest hacía mucho frío y diez centímetros de nieve que duraron dos semanas. ver una paloma muerta incorrupta o la misma caca de perro en el mismo sitio durante un mes te quita las ganas de coger la bici por mucho tiempo.
en Febrero el tiempo no mejoró mucho, salvo por la nieve. algún día el gusanillo pedalero te recordaba que no tenías una bici que, en un momento dado, echarte entre las piernas. por eso un sábado por la mañana fuimos al mercadillo de bicis que organiza el Szímpla kert y no nos fuimos de allí sin una bici cada uno. lo mío no fue amor a primera vista ni a segunda... la bici que compré era usable y versátil y, sobre todo, barata. tampoco tenía otra opción.
esa bici permitió las primeras excursiones a las lagunas de Lupa, a la orilla romana o a la Citadella. además de tomarle el pulso ciclista a la ciudad, especialmente en la Masa Crítica de Abril

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