miércoles, 27 de octubre de 2010

violencia de género

...Pero los hombres, cuando envejecen, a veces sonríen. Y un hombre que envejece sonriendo puede ser más peligroso para una mujer que un codicioso gigoló. En la eterna y aburrida guerra de los sexos -en la que a pesar de todo nunca nos cansamos de luchar-, llega un momento en el que el hombre es el más fuerte porque ya no lo atormenta el deseo como antes, no lo empuja a dar pasos en falso. Ya no es su cuerpo el que manda, es él quien manda en su cuerpo. Y las mujeres se dan cuenta, lo huelen en el aire como los animales salvajes huelen al cazador. Nosotras sólo somos dominantes mientras podemos hacer sufrir a los hombres. Mientras podamos enredarlos con nuestro poder y volverlos locos con nuestro continuo y astuto toma y daca, saciándolos primero y luego poniéndolos a dieta... y mientras vosotros gritáis , escribís cartas o nos amenazáis, nosotras nos sentimos tranquilas y satisfechas, porque aún tenemos poder sobre vosotros. Pero cuando un hombre empieza a envejecer se convierte en el más fuerte. Sí, es verdad, no dura mucho... porque una cosa es un hombre de mediana edad y otra un viejo decrépito y chocho. Cuando llega la auténtica vejez, los hombres se vuelven como niños y empiezan a necesitar de nuevo a las mujeres

Sándor Márai
La mujer justa