entonces un dia aparecieron unos nuevos, alargados, retorcidos, siniestros y ladinos, y los viejos 38 dejaron de verse. asustados, probablemente, o reprimidos, abandonaron su ruta habitual, confinados al fondo de algun garaje o cochera. alli empezarian a buscar su nuevo camino, su via de escape a traves de los tuneles y corredores, pasajes y callejones de la vieja ciudad Este intentando, como todo ser acorralado y obligado por las circunstancias, llegar a nuevas pistas o caminos donde, si no bienvenidos, al menos fuesen tolerados. solo sabian de un lugar donde viejos autobuses eran reconocidos y respetados. y hacia alli, hacia abajo, en linea recta, atravesando el Centro de la Tierra, emprendieron el camino hacia su Tierra Prometida: el desierto australiano
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lunes, 7 de noviembre de 2005
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1 comentario:
Todos somos un poco 38, o lo somos en ocasiones. Recuerdo que cuando compartimos asfalto, uno de aquellos días, hablaste del 38 que se fue, que se iba. He vuelto a escucharte al leerte. Un beso, pues.
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