a veces Zaraida viene a verme cuando sale del trabajo. es prácticamente el único rato que podemos, y aún así, de ciento en viento. ella termina a las 6 de la mañana de limpiar en un edificio de oficinas que está a 100 metros de mi casa. Yo entro a trabajar a las 7 -ahora, a las 7:30- y tengo la costumbre de desayunar. Me encantan esos desayunos con Zara. Ella raramente tomará más que un Cola-Cao o un Eko -aún estoy esperando el gofio que me prometió le enviarían de casa- y yo mientras desayuno soberbiamente. a veces se asoma Ryan, que entra a currar a las 6:30 y está enamorado de Zara. Ryan no habla español y sólo nos mira o, mejor, la mira. después la acompañaré con un cigarro o un canuto, si es que tenemos, y a las 6:40 la empiezo a meter prisa, me acompaña arriba mientras me lavo los dientes e intento seguir la conversación, y ya salimos a la calle juntos: ella a casa, a descansar, y yo, al trabajo. nos despedimos largamente. no nos queremos despedir. ya nos veremos otro día. cuídate, mi niña. y tú. gracias por todo. a ti por la visita. un beso a Montse. me voy, que llego tarde. me subo en la bici y me voy. me llama. me tira un beso. la digo adiós con la mano. el sol estalla en mi cara y me hace entrecerrar los ojos ya entornados del canuto. hay que darse prisa, hoy toca correr. hay días, no obstante, que merece la pena detenerse, hacer una foto o varias, y seguir pedaleando
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viernes, 10 de junio de 2005
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