el otro día escuchaba una grabación en la que unos españoles describían sus domingos ideales. sus babeantes fantasías, apenas inteligibles para los aprendices del idioma, consistían en levantarse a las mil, no hacer nada, tal vez leer algo, comer tardísimo después de tomar el vermú, y abundantes eufemismos sobre hedonismo sexual matinal y vespertino.
mi domingo, este domingo, dista mucho de ser ideal por diversas razones: en primer lugar eufemísticas, pero también debido a la ristra de malas noticias que han marcado la semana.
sin embargo, todas estas circunstancias han contribuido al diseño y ejecución de un plan dominical perfecto: he puesto a sonar los Conciertos de Brandenburgo de Bach mientras agarraba la novela que empecé anoche y que, de nuevo, me ha inspirado un delicioso sopor; al cabo de un armónico sueñecito un rugido de mis tripas me ha despertado, e inspirado el desayuno perfecto: torrijas con jamón, tomate y aguacate, mientras calentaba la cocina asando unos pimientos en el horno. he acercado la hamaca a la estufa y, mientras tecleo esto, me asalta la duda : ¿me preparo otro café o me vuelvo de un brinco a la cama?
domingo, 27 de noviembre de 2011
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